EL HOMBRE NUEVO

Como seguidores de Cristo, debemos tomar a Dios de acuerdo a su Palabra y aceptar como verdadero lo que él dice que somos. Esto significa que “nuestro hombre viejo” representa a un hombre que todavía busca agradar a Dios en la carne. Tal hombre odia el pecado, no quiere ofender a Dios, pero su conciencia continuamente lo tiene bajo culpabilidad. Así que él se compromete a vencer su problema de pecado: “¡Voy a cambiar! Comenzaré hoy día a luchar contra este pecado que me acosa, no importa lo que cueste. Quiero que Dios vea que me estoy esforzando mucho”.

Tal hombre trae ante Dios mucho sudor y lágrimas. El ora y ayuna para probarle a Dios que tiene un corazón bueno. El es capaz de resistir al pecado por unos días cada vez, así que se dice a sí mismo, “Si puedo hacerlo por dos días, entonces ¿por qué no por cuatro, o por una semana?” Al final de un mes él se siente contento con sí mismo, convencido de que se está logrando su liberación. Pero entonces su pecado sale a flote, y él se hunde en desesperación profunda. Y él comienza el ciclo nuevamente. Este hombre está continuamente dando vueltas en una rueda de molino que nunca termina, y no puede salir de ella.

¡Esto nunca debe de ser así! Ese hombre en la carne fue crucificado junto con Cristo. Ha sido muerto a los ojos de Dios. Verdaderamente, Pablo nos dice que el viejo hombre fue pronunciado muerto en la cruz. Jesús llevó a ese viejo hombre a la tumba junto con él, donde fue dejado muerto y olvidado. De la misma manera como el padre ignoró al “hombre viejo” en su hijo pródigo, el Señor nos dice sobre nuestro viejo hombre, “Yo no reconozco ni trato con tal hombre. Sólo hay un hombre que yo reconozco ahora, el único con quien trataré. Y ese es mi Hijo Jesús, y todos los que estén en él por fe.”

El nuevo hombre es aquél que ha perdido toda esperanza de agradar a Dios con esfuerzos de la carne. El ha muerto a las maneras viejas de la carne. Y por fe él ha llegado a conocer que sólo hay una manera de agradar a Dios, una manera de deleitar a Dios: Cristo debe de serlo todo. El conoce que sólo hay Uno al quien el Padre reconoce: A Cristo y todos los que están en él.

Este hombre nuevo vive sólo por fe: “El justo por la fe vivirá”. El cree en la Palabra de Dios tan completamente que él no se apoya en nada más. El ha encontrado que Cristo es la fuente de todo, y que lo suple todo. Y él cree lo que Dios dice de él: “Tu viejo hombre está muerto, y tu vida está escondida con Cristo en Dios”. Tal vez él no lo sienta, o no lo comprenda totalmente, pero él no alegará con la Palabra de su amado Padre. El la acepta por fe, creyendo que Dios es fiel a su Palabra.