ASIDOS DE LA PALABRA DE VIDA

Pablo escribe, “Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado” (Filipenses 2:16). Pablo estaba describiendo el día cuando él estaría en la presencia de Cristo y los secretos de la redención serían revelados.

Las escrituras dicen que en aquél día nuestros ojos serán abiertos, y que contemplaremos la gloria de Dios sin ser reprochados por él. Nuestros corazones arderán con fuego mientras él abre todos los misterios del universo y nos muestra su poder que maneja todo. Repentinamente, veremos la realidad de todo lo que teníamos disponible para nosotros durante nuestras dificultades aquí en la tierra: el poder y los recursos del cielo, los ángeles protectores, la presencia permanente del Espíritu Santo.

Mientras contemplamos lo maravilloso de estas cosas, el Señor nos dirá, “Todo el tiempo mis guerreros acamparon a tu alrededor, un ejército de poderosos mensajeros fueron asignados a ti. Nunca estuviste en peligro de Satanás. Tú nunca tuviste ninguna razón para temer a tus mañanas”.

Entonces Cristo nos mostrará al Padre, y qué momento asombroso será ese. Mientras contemplamos la majestuosidad de nuestro Padre celestial, nos daremos cuenta completamente de su amor y cuidado por nosotros, y repentinamente la verdad vendrá a nosotros con toda su fuerza: “Este fue, y es, y por siempre será nuestro Padre, verdaderamente el Gran ‘YO SOY”.

Aquí está la razón por la cual Pablo “se asió” de la palabra de la fidelidad de Dios. En aquél día glorioso, él no quiso estar parado en la presencia del Señor y estar pensando, “¿Cómo pude ser tan ciego? ¿Por qué no confié completamente en los propósitos de mi Señor? Todas mis preocupaciones y preguntas fueron en vano.”

Pablo nos exhorta: “Yo quiero regocijarme en aquél día, cuando mis ojos estén completamente abiertos. Yo quiero disfrutar de cada revelación sabiendo que confié en sus promesas, que no hice mis tareas lleno de dudas. Quiero saber de que me así de la Palabra de vida en todas mis maneras de actuar ante mis sufrimientos, que peleé la buena batalla, que le probé a mi Señor fidelidad”

Pablo entonces lo sintetiza todo con la palabra: “Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante” (Filipenses 3:13). En pocas palabras, él pensó que era imposible poner su futuro en las manos del Señor sin haber dejado primero su pasado atrás.