PURO Y SIN MANCHA

Creo que cada episodio o historia en el Antiguo Testamento está lleno de verdad para los creyentes del Nuevo Testamento. Cada vez que tengo dificultad para entender una verdad del Nuevo Testamento, vuelvo a su sombra en el Antiguo Testamento. Uno de esos ejemplos se refiere a Moisés en la zarza ardiente. Creo que esta historia en particular está llena de la verdad profunda del Nuevo Testamento con respecto a la santidad.
Solo en el monte Horeb, Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro cuando de repente una extraña imagen llamó su atención. Un arbusto cercano ardía brillantemente; ¡pero no se consumía!
“Entonces Moisés dijo: ‘Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema’. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza” (Éxodo 3:3-4). Entrando para una mirada más cercana, Moisés oyó que Dios lo llamaba desde la zarza, prueba viviente de que Dios estaba presente, una representación visual de Su santidad. De hecho, ¡donde quiera que Él esté, ese lugar es santo!
“Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-16). En otras palabras: “Está escrito, registrado, establecido de una vez y por todas que debemos ser santos, así como nuestro Dios es santo”.
“Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:7). Dios no nos ha llamado sólo para salvación, ni para el cielo, ni para recibir Su perdón. Más bien, estos son beneficios de nuestro único y verdadero llamado; que es ser santo, como Él es santo.
Todo creyente en Jesucristo es llamado a ser santo; a ser puro y sin mancha a los ojos de Dios. Así que, si tú has naccido de nuevo, la santidad debe ser el clamor de tu corazón: “Dios, quiero ser como Jesús. Realmente quiero caminar santo delante de Ti, todos los días de mi vida”.