SU MIRADA ESTÁ PUESTA EN EL PAJARILLO

Mientras caminaba por un sendero en las afueras de Nueva Jersey, tuve una buena conversación con mi Señor. "Señor, yo no puedo vivir con temor y preocupación de todo tipo. ¡Quiero enfrentar lo que sea que el futuro tenga para mí, con descanso, gozo y una sencilla confianza!"

El Espíritu Santo despertó en mí: Una de las claves para tener la libertad de todo temor y preocupación se encuentra en la palabra "pajarillos". "Ni uno de ellos [pajarillos] cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados" (Mateo 10:29-30). Suena muy elemental y simple, pero lo que Jesús nos dice acá, es muy profundo.

En el Antiguo Testamento, el rey David pudo gloriarse: "[Él] me libró de todos mis temores" (Salmos 34:4). ¿Cómo fue que David halló tal libertad del temor? Al obtener una visión de la grandeza de "Aquel que hizo los cielos y la tierra". Cuando David puso sus ojos en el Creador de todas las cosas, ¡él descubrió cuán grande es Dios!

Yo quiero ser como David, un ejemplo de un pastor que aprendió cómo ser libre del temor y la preocupación, capaz de guiar a un pueblo a la misma libertad.

Hice un estudio sobre estos pajarillos (gorriones) y comencé a obtener una revelación del inmenso Dios creador de David, ¡quien se interesó en cada pequeño detalle de Su creación!

¡Gorriones! Como todas las aves, los gorriones fueron creados maravillosamente. Sus huesos, delgados y pequeños son fuertes y están especialmente equipados para volar. La ciencia moderna aún no puede copiar el intrincado sistema de vuelo que les permite migrar una distancia de entre tres mil y cinco mil kilómetros. Cada gorrión cuenta con 1,300 a 2,600 plumas. ¡Cuán intrincados y detallados son! Nuestro Dios creador los diseñó a la perfección. Él diseñó cada hueso, cada pluma y Él los contó a cada uno de ellos.

La mayoría de gorriones hace su nido en la tierra; y durante la época de Cristo, eran capturados con redes en las que caían mientras preparaban sus nidos. En Jerusalén, Jesús veía que los gorriones eran vendidos en brochetas, a dos por un cuarto. Todos ellos habían sido atrapados con redes, porque los judíos no podían comer a aquéllos que se morían solos.

De estas aves, Jesús dijo: "Ni una sola de ellas fue atrapada sin el conocimiento de mi Padre". Él sabía dónde estaba cada uno de estos gorriones, hasta que sus pequeños pulmones dieron su último aliento. El los alimentaba y conocía a cada gorrión, inclusive a los que estaban en las brochetas.