JESÚS Y LA IGLESIA DE ÉFESO

En la asombrosa visión de Juan, registrada en los primeros tres capítulos de Apocalipsis, él ve a Jesús andar en medio de las siete iglesias del Nuevo Testamento de Asia. Los ojos de Cristo están en llamas, y Él lleva la ropa sacerdotal. Es claro que Él ha de venir a juzgar a estas iglesias en la justicia.

Pedro escribe: "Ya es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios" (1 Pedro 4:17). Y ahora, cuando Jesús aparece entre las siete iglesias, Él comienza a juzgarlas de acuerdo con lo bueno y lo malo que contempla. Estos juicios aparecen en Apocalipsis 2 y 3, dos capítulos de letras rojas, esto significa que cada palabra viene directamente de los labios de Jesús.

Ahora bien, estas siete iglesias eran congregaciones reales en localidades reales: Éfeso, Esmirna, Laodicea, y así sucesivamente. Sin embargo, Juan oye la voz de Dios que habla no sólo a estas iglesias particulares, sino a la Iglesia universal, de hecho, a todo creyente que espera el pronto regreso de Jesús.

Jesús comienza sus juicios, haciendo una lista de las muchas cosas buenas acerca de las iglesias que lo bendicen y elogia a cada iglesia por estas cosas. Pero Él también ve varias cosas que le afligen profundamente y Él emite una advertencia a cada iglesia.
Su primer mensaje es para los cristianos de Éfeso, una iglesia fundada en la enseñanza divina del apóstol Pablo. El juicio de Jesús a los efesios es: "Tú has dejado tu primer amor" (Apocalipsis 2:4).

Cuando Jesús usa aquí las palabras “primer amor”, Él no está hablando del amor inmaduro que experimentamos cuando al comienzo fuimos salvos. Más bien, Él está hablando de amor exclusivo: "Una vez ocupé el primer lugar en tu corazón, pero ahora has perdido la exclusividad de tu amor por Mí, has permitido que otras cosas tomen mi lugar."

Es significativo que de todos los pecados, Jesús señala en estas siete iglesias - el adulterio, la codicia, la tibieza, las falsas enseñanzas, Jezabel en la autoridad, la adoración muerta y la ceguera espiritual - el primer pecado que Él menciona es el que más le duele: la pérdida de afecto por Él. Nuestro Dios es un amante celoso y Él no permitirá que nada se interponga a nuestro amor por Él.