LA PRUEBA DE ABRAHAM
Tú conoces la historia. Dios libró a Abraham, proveyendo un carnero para el sacrificio. Y el Señor le dijo a Abraham:
“Ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único… por cuanto has hecho esto… te bendeciré… tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:12, 16-22).
ÉL NO SE LO NEGÓ
En efecto, Dios le dijo a Abraham: “Yo sé ahora que tú nunca me negarás nada, ni aún tu preciado hijo. Y porque has probado esto, te voy a bendecir”.
Escucha lo que el Espíritu Santo está diciendo en este pasaje:
“Otras personas tal vez nunca sabrán de tus muchas pruebas de fe. Tal vez sufrirás solo, apartado, sin que nadie se beneficie de tu testimonio de fe y perseverancia. De hecho, tal vez serás juzgado por tu sufrimiento cuando otros piensen: “¿Por qué le está pasando todo esto? No veo propósito en ello. Me pregunto en qué habrá fallado en su vida”.
DIOS EMBOTELLA NUESTRAS LÁGRIMAS
Sin embargo, tú puedes saber que el Dios que te llevó a tu prueba de fe sabe lo que significa esta prueba para ti. Todas tus lágrimas han sido embotelladas por Él, cada dolor ha sido sentido en Su corazón. Y el Señor te asegura: "Esto va a terminar en bendición. Impactará poderosamente a todos tus familiares".
Abraham ya estaba en la gloria cuando estas promesas fueron cumplidas por el Señor. Pero su familia, la nación de Israel y eventualmente toda la humanidad se beneficiarían de su fe.