EL VELO SE QUITARÁ

Pablo describe un cambio que tiene que ocurrir antes que sea posible que ocurra cualquier otro cambio:

“Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” (2 Corintios 3:12-16).

En este pasaje, Pablo está hablando fundamentalmente sobre la ceguera de los judíos en relación a Jesús como el Mesías. A la vez, el también está estableciendo un principio que se aplica a todas las personas, sean judías o gentiles. Está hablando de ceguera a la verdad bíblica. Fíjate en el versículo 14: “Pero el entendimiento de ellos se embotó (endureció).”

Por favor, entiende esto: la gente a la que Pablo escribió era sincera. Estudiaban fielmente los libros de Moisés, la ley y los profetas; y los salmos de David. Reverenciaban la palabra de Dios, enseñando de ella y citándola sin reservas. Pero todavía tenían un velo sobre sus ojos.

Pensamos que hay un velo espiritual cubriendo los ojos de los judíos, los musulmanes y otros, que no les permite ver la verdad sobre Jesús. Sin embargo, también hay un velo cubriendo los ojos de muchos creyentes. Ellos leen las claras advertencias de Dios en las Escrituras, las escuchan cuando las predican con poder, sin embargo, aún no son conmovidos por ella. De hecho, ellos continúan haciendo las mismas cosas que la palabra de Dios denuncia.

Pablo dice que para que se nos quite la ceguera tenemos que convertirnos al Señor: “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará” (2 Corintios 3:16). La palabra griega que se utiliza aquí para convertir significa el “revertir el rumbo”. En resumen, Pablo está diciendo: “Tienes que admitir que el rumbo que estás tomando te ha llevado a estar vacío, a la ruina y a la desesperación.”

Si tu vida está en algún tipo de confusión, si hay algo muy mal y las cosas se están deteriorando, sabes que tendrás que cambiar el rumbo. Puedes pensar: “Es mi esposo el que está mal. Estoy esperando que él cambie.” O, “Mi esposa va a la ruina a menos que cambie.” O, “Mi jefe está completamente mal. Algo tiene que cambiar en él”. Nosotros vemos claramente los errores y las malas acciones de otros. Sin embargo, no vemos nuestra propia necesidad de cambiar. Tenemos que admitirle a Dios: “Señor, yo soy quien necesita cambiar. Por favor, Padre, muéstrame en qué he fallado.”