LO QUE NOS ENSEÑA LA GRACIA

En la iglesia Times Square, predicamos sobre la misericordia, la compasión y la ternura de Dios para con nosotros. Su justificación y santificación para nosotros y la aceptación de nuestras vidas por parte de Él, en Su Hijo. Todas estas doctrinas se centran en la gracia de Dios hacia nosotros a través de Jesucristo. Pero ¿qué nos sucede cuando intentamos acumular esta rica herencia?

Considera lo que le sucedió al hijo pródigo en Lucas 15:11-32. Cuando se hizo de las riquezas de su padre, comenzó a hacerse un agujero en su bolsillo y decidió volverse al mundo para satisfacer el deseo de su corazón. Se dijo a sí mismo: “¡Mi bendición durará mucho tiempo!”.

Estoy convencido de que muchos cristianos no pueden manejar las bendiciones de la gracia. Se glorían en el mensaje del perdón inmerecido de Dios, se llenan la cabeza de todos los pasajes bíblicos que hablan de Su misericordia y compasión. Les encanta escuchar la historia del pastor que va en busca de la oveja perdida, ya que les hace sentir bien. Pero, una vez que ellos han acumulado toda la rica y gloriosa verdad acerca de la gracia de Dios para con ellos, un agujero comienza a hacerse en su cartera de carne. Y en ellos, ¡se convierte en una licencia para pecar!

De esta manera, el pródigo hizo mal uso de su riqueza. Gastó las riquezas de su padre, en fiestas, apuestas, borracheras y prostitutas. Noche tras noche malgastaba sus bendiciones, cayendo cada vez más profundo en el pecado. Aun así, cada mañana se despertaba, se sacudía de cualquier convicción de pecado, volvía a su escondite y se decía a sí mismo: “Todavía me queda mucho, lo tengo bajo control”.

De la misma forma, hoy muchos cristianos huyen a algún lugar de placer prohibido, esperando gastar sus riquezas en una vida desenfrenada. Sus deseos los llevan a la cama de un fornicario, al consumo de cocaína, al homosexualismo, a la pornografía, al alcohol o a las drogas. Sin embargo, ellos constantemente se consuelan a sí mismos en su pecado, diciendo: “La gracia de Dios es más que suficiente para mí. Él me amará sin importar lo que yo haga con mi carne. ¡Sus misericordias son para siempre!”

¡No! La gracia de Dios no está para ser pervertida y malgastada. De hecho, está para tener justamente el efecto contrario. Pablo escribe: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11-12). ¡La gracia de Dios nos enseña piedad, justicia y un temor santo al Señor!