LA ESCALERA DE JACOB

Una de las personas más interesantes en el Antiguo Testamento es Jacob, un hombre estafador, engañador y manipulador. Sin embargo, Dios amaba de verdad a este hombre.

Jacob engañó a su hermano Esaú por su primogenitura. Cuando un hambriento Esaú volvió de cazar, Jacob le ofreció un plato de guisado a cambio de su primogenitura. En su cultura, la primogenitura era el derecho del varón primogénito de ser jefe del clan. Esto incluía una “bendición doble”, es decir, recibir una porción doble de todas las posesiones de su padre. Y aún mas importante, el que tuviera la primogenitura iba a ser el progenitor del linaje patriarcal a través del cual Cristo vendría: “y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Génesis 28:14).

Jacob también había robado la bendición patriarcal de su padre Isaac - una bendición que correspondía a Esaú – haciéndose pasar por Esaú. Cuando Esaú se enteró que Jacob le había robado su bendición de su padre, estuvo determinado a matarlo.

Su madre Rebeca, convenció a Isaac de enviar a Jacob lejos, donde vivía su hermano Labán. Ella quería que Jacob encontrara una esposa allí y que viviera tranquilamente. Mientras Jacob iba de camino, Dios le mostró una visión increíble. Vio una escalera descendiendo del cielo hacia la tierra, con ángeles que subían y descendían del trono de Dios, cumpliendo sus órdenes (vea Génesis 28:12)

Dios estaba corriendo el telón y mostrándole a Jacob la actividad divina que estaba ocurriendo todo el tiempo. Todos esos ángeles estaban cumpliendo una misión – iban una y otra vez a la tierra para guiar y dirigir al pueblo de Dios, ministrarles, acampar alrededor de ellos, advertirles, protegerles, guardarles y proveer para sus necesidades.

Amados, ¡Esa escalera todavía sigue ahí!, y esos mismos ángeles no han envejecido ni una hora desde que Jacob los vio. De hecho, ellos todavía están trabajando y ministrando a nuestro favor hoy en día.

Dios dijo entonces a Jacob, y a través de él, a nosotros: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. (Genesis 28:15).