EL BANQUETE

"Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor" (Cantar de los Cantares 2:4). En la parábola del hijo pródigo la felicidad del padre no podía estar completa hasta que estuvo sentado en el salón de banquetes con su hijo. Tenía que asegurarse de que el muchacho sabía que había sido perdonado y su pecado borrado. ¡Ellos tenían que sentarse a la mesa y celebrar con el cordero!

Si usted hubiera mirado por una la ventana ese preciso momento, usted habría visto a un joven que acababa de entrar a una verdadera revelación del amor de Dios: ¡Él estaba bailando! Había música. É reía y estaba feliz. ¡Su padre estaba contento por él, le sonreía! (Lucas 15:25)

El hijo no estaba bajo una nube de temor. Él no estaba escuchando las viejas mentiras del enemigo: "¡Vas derecho hacia el chiquero! No eres digno de amor…". No, él aceptó el perdón de su padre y obedeció sus palabras referentes a venir y tomar para sí todo lo que necesitara.

El hijo escuchó el susurro del padre para él y para su hermano mayor: "Todo lo mío es tuyo. No hay necesidad alguna de tener hambre otra vez. No necesitas estar solo, pobre o aislado de mi provisión "(Lucas 15:31).

Amados, aquí esta la plenitud del amor de Dios, ¡el corazón mismo de todo esto! Con ello me refiero a que incluso, en nuestros momentos más oscuros, Dios no sólo nos abraza y nos trae de nuevo, sino que también nos dice: "Sacad el ternero cebado, y comamos y celebremos! En mi casa hay banquete, hay un derroche de abundancia para mi amado! "(Lucas 15:22-24).

Hoy tenemos una promesa aún mejor: " que conozcan ese amor, que excede a todo conocimiento, para que sean llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros," (Efesios 3:19-20).

Aquí está el amor de Dios que nos ha sido prometido: "Te ofrezco excesiva, abundante, plena provisión para toda crisis, y alegría a lo largo de toda tu vida. ¡Puedes venir a mi almacén y reclamarlo todo! "