ESPOSADO A JESÚS

Pablo a menudo se refiere a sí mismo como “prisionero de Cristo Jesús” (Efesios 3:1). En Efesios 4:1 él dice que ser un prisionero del Señor ¡es actualmente su vocación, su llamado! El consideró esto como un regalo de gracia para él (Efesios 4:7).

Pablo escribió a Timoteo: “Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo” (2 Timoteo 1:8) Aún en sus años de vejez el apóstol se regocijó en haber sido apresado por el Señor y haber ser cautivo de su voluntad: “siendo yo, Pablo, ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo” (Filemón 9).

Pablo podría decirle a usted el momento preciso en que el Señor lo esposó y lo tomó cautivo. Él estaba en el camino a Damasco, con cartas en su mano del sumo sacerdote, decidido y determinado a traer de vuelta a los Cristianos a Jerusalén. Él estaba “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1) – lleno de odio, amargura e ira en su equivocado celo por Dios.

Mientras se acercaba a la ciudad de Damasco, “repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo” (Hechos 9:3). Él fue cegado por completo por aquella luz – ¡la cual era Cristo!
Pablo testificó una y otra vez cómo él fue llevado de la mano a Damasco, un prisionero indefenso. Él pasó tres días en una habitación aislada sin poder ver y sin comer nada. ¡Él había sido tomado cautivo totalmente – en espíritu, alma y cuerpo!

¿Qué sucedió en aquella habitación por tres días? ¡El Señor estaba esposando a Saulo y convirtiéndolo en Pablo, el prisionero de Jesucristo!

En esta vívida escena, Pablo abandona su independencia y se somete al yugo de Cristo. ¡Él extendió sus manos hacia Jesús, para ser esposado de por vida! Usted puede casi escuchar su oración agonizante: “Oh Señor, ¡yo creía que estaba haciendo tu voluntad! ¿Cómo pude ser tan ciego? He estado yendo por mi camino, haciendo lo que creía que era correcto. ¡No puedo ni confiar en mis pensamientos!”

Mi oración es, “Aquí estoy Jesús, toma mis manos y ponme las esposas. Tómame prisionero a tu voluntad y guíame donde tú quieres que yo vaya. ¡Mantenme esposado a tu poderoso brazo derecho!”